Composiciones instrumentales en la música académica:
macroestructura o ciclo de varios movimientos
Recorrido por la evolución de la música instrumental desde unos orígenes a la sombra de la música vocal hasta su plena autonomía como forma de expresión artística. En este post exploraremos cómo, a lo largo del Barroco y especialmente en el Clasicismo, la música instrumental dejó de estar subordinada al canto o la danza para desarrollar estructuras propias, complejas y equilibradas. Analizaremos las principales formas instrumentales —como la forma sonata, el tema con variaciones, el minueto o el rondó—, y veremos cómo estas se organizan y se articulan en ciclos de varios movimientos: como sinfonías, conciertos, sonatas o cuartetos de cuerda.
Síntesis de ideas
La mayoría de las grandes composiciones instrumentales de la música académica —como la sinfonía, la sonata, el cuarteto de cuerda o el concierto— presentan una estructura en varios movimientos (macroestructura), especialmente durante los periodos Clásico y Romántico.
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El primer movimiento, generalmente en tempo rápido, suele estar escrito en forma sonata (también llamada “forma de allegro de sonata”), que se organiza en tres secciones: exposición, desarrollo y recapitulación.
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El segundo movimiento suele ser lento y se estructura en forma ternaria (A-B-A) o en tema con variaciones.
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El tercer movimiento, a veces omitido, consiste en una danza en compás ternario: minueto y trío o scherzo y trío.
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El cuarto movimiento cierra la obra con un carácter rápido y enérgico, adoptando frecuentemente la forma rondó o, de nuevo, la forma sonata.
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De la función a la forma: los inicios de la música instrumental
Toda obra musical tiene forma. Durante el Renacimiento, la música instrumental estaba todavía muy ligada a usos funcionales: danza, acompañamiento vocal o prácticas improvisatorias. Hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, comienza a ganar protagonismo, y será a lo largo del Barroco cuando se consolide la música instrumental pura, con formas autónomas como las primeras sonatas, el concerto grosso, la suite de danzas o las variaciones para instrumentos solistas.
Con el tiempo, la necesidad de componer piezas cada vez más extensas y cohesionadas llevó al desarrollo de formas musicales más elaboradas, como la forma sonata, el tema con variaciones o el minueto y trío, y a la creación de una macroestructura que las integrase y coordinase dentro de un ciclo de varios movimientos.
Esta macroforma se convirtió en la base de los grandes géneros instrumentales desde el siglo XVIII: la sinfonía, la sonata, el cuarteto de cuerda o el concierto. En la música académica de los siglos XVIII y XIX, la forma —tanto en su dimensión global (macroforma) como interna (microforma)— adquiere un papel central para el compositor, el intérprete y el público: es lo que da sentido y coherencia a la obra musical.
Así, las obras de gran formato presentan:
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- Una macroforma o estructura general: la relación entre los distintos movimientos y sus tempi.
- Una microforma o estructura interna de cada movimiento: la forma en que se organizan las secciones dentro de cada uno.
Analizaremos a continuación esta macroforma en varios movimientos, establecida en el Clasicismo y presente en prácticamente toda la música instrumental desde entonces.
Aud MOZART– Sonata para piano n.º 16 en Do mayor, K.545, 1º mov.
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Conocida como «sonata fácil», su claridad formal y belleza melódica la hacen ideal para estudiar la forma sonata paso a paso. Duración: 4–5 min.
Allegro en forma sonata: el primer movimiento siempre
El primer movimiento es habitualmente el más extenso y formalmente complejo. Su estructura —la forma sonata— se puede entender como un “drama” entre dos zonas tonales contrastantes, articuladas en tres grandes secciones:
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Exposición: se presentan dos temas en tonalidades distintas (tónica y dominante, o relativa mayor/menor), separados por un puente modulante. Es frecuente que esta sección se repita completa.
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Desarrollo: los temas se transforman, se fragmentan o se combinan en nuevas tonalidades, generando tensión, inestabilidad y contraste.
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Recapitulación: reaparecen los temas de la exposición, pero ambos permanecen ahora en la tonalidad principal, reafirmando la unidad tonal de la obra. Suele añadirse una coda, que refuerza el cierre y proporciona un desenlace claro.
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Esta forma proporciona un marco flexible dentro del cual cada compositor/a puede desarrollar la idea musical que tenga en mente. Lo que parece una estructura fija se convierte así en campo de invención y variedad, capaz de expresar desde el equilibrio clásico hasta el dramatismo romántico.
Ejemplo audición recomendada:
MOZART – Primer movimiento de la Serenata en Sol mayor “Eine kleine Nachtmusik”, K.525 (1787): Una de las obras más reconocibles del repertorio clásico, cuya claridad formal y equilibrio temático la convierten en una excelente introducción a la forma sonata.
HAYDN – Sinfonía n.º 94 “La sorpresa”, 1º movimiento:
El primer movimiento de esta sinfonía es un modelo clásico de forma sonata con introducción lenta, una estructura que Haydn explora con maestría y humor sutil. Tras una breve introducción (Adagio, en compás de 3/4) presenta un ambiente adormecido, casi tímido, con breves intervenciones de las maderas a las que responde la cuerda. Este gesto musical da paso a una sección más sombría, en la que bajos y violas tejen líneas cromáticas ascendentes que desembocan en una fuerte semicadencia.
La exposición de la forma sonata comienza con un animado compás de 6/8 (Vivace assai). El Tema A, en Sol mayor, es enérgico y rítmico, presentado primero por los violines y luego reafirmado por toda la orquesta en un tutti. La transición retoma este tema e introduce un motivo nuevo (arpegios ascendentes en los bajos), conduciendo hacia la tonalidad de dominante, Re mayor. Allí se presenta el Tema B, formada por dos ideas contrastantes: una B1 ligera, en perpetuum mobile de semicorcheas, y una B2 más lírica, con gestos descendentes en los violines. La exposición concluye con un grupo final que reafirma la tonalidad de llegada.
El desarrollo explora el motivo principal del Tema A en distintas tonalidades, pasando por Do mayor, Fa menor y Re menor. Una progresión cromática intensifica la tensión antes de llegar a una recapitulación inesperada: el compositor usa la nota Si —que inicia el tema A— para enlazar desde Si menor hacia la tonalidad principal, Sol mayor, generando una entrada sorprendente.
La recapitulación o reexposición recupera el Tema A en su forma original. La transición, sin embargo, es más breve y directa, y conduce rápidamente a una reaparición del Tema B, ahora también en la tonalidad principal, lo que completa la unidad tonal y formal del movimiento.
Este movimiento es un ejemplo perfecto de claridad estructural con ingenio compositivo, donde Haydn combina la previsibilidad formal del Clasicismo con toques de sorpresa, modulaciones inesperadas y un sutil sentido del humor.
El segundo movimiento: contraste lírico
En la macroestructura de la música instrumental académica, tras un primer movimiento rápido (allegro), suele aparecer un segundo movimiento más lento, que busca ofrecer un contraste expresivo. Este movimiento se caracteriza por un carácter introspectivo o cantábile, con melodías líricas que a menudo evocan el fraseo de la voz humana. Lo típico es que adopte un tempo más tranquilo que el inicial andante o adagio, y que su estructura interna (microforma) responda a una forma ternaria (A-B-A) o a un tema con variaciones.
Ya hemos visto que la variación es un procedimiento habitual a la hora de componer música, pero existe una forma específica —el tema con variaciones— en la que este principio se convierte en el eje estructural de la obra. En ella, una melodía claramente enunciada al comienzo sirve de punto de partida para una serie de transformaciones. Este tema inicial suele ser sencillo y breve, con dos o tres partes bien definidas, lo que permite un amplio margen para la elaboración creativa.
La melodía de un tema con variaciones puede ser original o tomada de otro repertorio. Un ejemplo muy conocido es el de las Variaciones en Do mayor de Mozart, basadas en el tema popular francés “Ah, vous dirais-je, Maman”, conocido como “Estrellita, ¿dónde estás?”. A partir de esa sencilla melodía, el compositor construye una serie de variaciones en las que algunos rasgos del tema se conservan, mientras otros se transforman: ritmo, armonía, acompañamiento, textura o carácter. Es como si el tema se presentara cada vez con un nuevo disfraz. Esta forma musical fue especialmente valorada en el Romanticismo por su capacidad de combinar unidad y variedad, claridad estructural y libertad expresiva.
Aud BEETHOVEN – Septeto en Mi bemol mayor op.20 – 3er mov. Tempo di minuetto [1802]. El minueto ocupa habitualmente el tercer movimiento de aquellas obras (sinfónicas o de cámara) estructuradas en más de tres movimientos. En este video, el 3er mov. Tempo di minuetto comienza en el minuto 20,40
El tercer movimiento: tempo de minueto
En la sinfonía clásica, el tercer movimiento suele adoptar la forma llamada “minueto y trío”, una estructura ternaria subdividida en tres secciones: minueto – trío – minueto (da capo). Está escrita en compás ternario (3/4) y deriva de una danza de corte francesa del siglo XVIII.
Su estructura responde a una forma ternaria (A–B–A): la sección A es el minueto era una danza breve, refinada y de movimientos contenidos y elegantes, heredada del ambiente cortesano de la época siglo XVIII. La sección llamada trío (porque en sus orígenes era interpretada por tres instrumentos), era una sección contrastante. Este contraste entre el minueto y el trío se logra mediante un cambio de textura (se aligera), dinámicas y/o de carácter, lo que proporciona variedad dentro del movimiento. Finalmente se repite el minueto (da capo) sin sus repeticiones internas.
Hacia finales del siglo XVIII, Beethoven transforma esta estructura y da lugar al scherzo (que en italiano significa “broma” o “juego”). Conserva la forma ternaria del minueto y trío, pero introduce un ritmo más vivo, acentos irregulares, juegos de dinámica y mayor impulso expresivo. El scherzo ya no invita al paso de danza, sino que sorprende, provoca e incluso desafía las expectativas del oyente.
Ejemplos auditivos recomendados:
• BOCCHERINI – Minueto en Mi mayor, del Quinteto op. 11 nº 5 (ca. 1771): Un minueto célebre fuera del repertorio sinfónico es el de Luigi Boccherini, compositor italiano del siglo XVIII afincado en España. Su Minueto en Mi mayor, del Quinteto de cuerda op. 11 nº 5, es una de las piezas más conocidas del repertorio de música de cámara, célebre por su gracia melódica y su elegante sencillez.
• BEETHOVEN – Septeto en Mi bemol mayor, op. 20, 3er movimiento: Tempo di minuetto (1802)
Aud MOZART – Sonata en La mayor K.331 – 3er mov. Rondó Alla turca [ca.1780]. El rondó ocupa con frecuencia el último movimiento de una sonata. Consiste en la alternacia simple de un tema principal A con temas o secciones contrastantes.
El cuarto movimiento
El cuarto movimiento suele funcionar como un desenlace brillante de la obra. Después del dramatismo del primer movimiento, el lirismo del segundo y el ritmo danzado del tercero, este movimiento final introduce un tono más festivo, ligero o enérgico, que proporciona equilibrio y cierre al ciclo.
La forma más habitual es el rondó, una estructura basada en la reaparición de un tema principal (A) que se alterna con secciones contrastantes (B, C, D…). Las combinaciones más frecuentes son A–B–A–C–A o A–B–A–C–A–D–A. El tema A suele ser pegadizo, rítmico y fácilmente reconocible, lo que facilita su reaparición y genera una sensación de retorno que el oyente identifica con facilidad.
En ocasiones, el rondó se combina con elementos de la forma sonata, dando lugar al llamado rondó-sonata: mantiene la alternancia de secciones del rondó, pero incorpora una exposición, desarrollo y recapitulación similares a los del primer movimiento.
Este último movimiento no busca profundizar emocionalmente, sino concluir con energía, equilibrio y claridad formal. En ese sentido, actúa como una liberación final de tensiones acumuladas.
Ejemplo auditivo recomendado:
MOZART – Sonata en La mayor K.331, 3er movimiento: “Rondó Alla Turca” (ca. 1780)
Esta célebre pieza combina la estructura del rondó con un estilo inspirado en la música “a la turca”, tan popular en la Viena del siglo XVIII por su exotismo rítmico y percusivo. El tema A reaparece varias veces con vivacidad, entre episodios contrastantes, en una forma clara y animada que ilustra perfectamente el espíritu conclusivo de este tipo de movimiento.
Conclusión: arquitecturas construidas con sonido
El ciclo en varios movimientos, tal como lo desarrollaron los grandes compositores del Clasicismo en sinfonías, sonatas, conciertos y cuartetos, se consolidó como la estructura formal más influyente de la música instrumental académica. Aunque los esquemas que hemos visto ayudan a comprender su funcionamiento, conviene no perder de vista su carácter flexible y expresivo, que permitía a cada compositor desarrollar una voz propia.
En el siglo XVIII, los movimientos eran concebidos como unidades autónomas, unificadas por la tonalidad: el primero, el tercero y el cuarto solían estar en la tonalidad principal, mientras que el segundo introducía un contraste tonal. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, surgió la necesidad de reforzar los vínculos entre movimientos, dando lugar a la estructura cíclica, en la que un tema o motivo aparece en distintos momentos de la obra como hilo conductor. Un ejemplo emblemático de este procedimiento es la Quinta Sinfonía de Beethoven, donde la célebre célula rítmica inicial reaparece de distintas formas a lo largo de todos los movimientos.
Gracias al equilibrio entre contraste y unidad, emoción y forma, el ciclo en varios movimientos ha permitido estructurar obras extensas y abstractas con una profundidad y coherencia difíciles de igualar. Por eso, puede considerarse con justicia una de las formas artísticas más ingeniosas y perdurables de la historia de la música.